Petro vs. Procuraduría: una Odisea latinoamericana de dos monstruos discursivos
El problema de creerle a un populista o a un ente de control politizado. Una historia típica de Latinoamérica.
Erick Behar-Villegas
8/1/20234 min read
Una escena impactante de La Odisea nos devuelve a dos criaturas tenebrosas de la mitología griega, Escila y Caribdis, que desde tiempos inmemoriales reviven la disyuntiva famosa de tener que escoger entre dos males. Pero el tema en la política moderna es mucho más complejo, especialmente en la emotiva y sectaria Colombia.
En el Libro XII del poema épico de Homero, Odiseo regresa del infierno (Hades) para ser acogido por la diosa Circe. Alejándolo por un momento de sus hombres, le lanza una dura advertencia. Luego de pasar frente a las sirenas en su periplo, tendrá que enfrentarse a las macabras Escila y Caribdis. La primera tiene seis cuellos, doce patas, un apetito brutal y tres filas de dientes filudos. Desde que Circe la transformó en un monstruo, vive furiosa en una cueva. Caribdis, en cambio, vive bajo una higuera, traga agua y la vuelve a lanzar con ira, creando unos remolinos espantosos que destruyen cualquier embarcación.
Sería simplista lanzar una analogía y decir que en la reciente pelea entre Petro y la Procuraduría, los dos son grandes males y el pueblo colombiano tiene que escoger uno para sobrevivir. Quisiera pensarlo con matices distintos. En la emotividad propia de la polarización latinoamericana, los argumentos no importan mucho, pero sí el relato y los favoritismos ideologizados. Si alguien viene de la orilla del petrismo, para qué adentrarse en el problema. Es más fácil juzgar como derecha extrema a la Procuraduría y darle empuje al sectarismo, y viceversa si se está en la orilla del anti-petrismo.
En mi ilusión de ver ciudadanos informados y críticos, el escenario ideal aparece cuando somos escépticos tanto de Petro como de la Procuraduría, dos figuras distintas, de narrativas gigantes, algo fantasmagóricos y distópicos, pero eso sí, peligrosamente discursivos y, creo yo, no tan interesados en el valor público. No quisiera decir que Petro es mitológico, aunque lo suyo sí son los mitos. Tampoco quisiera decir que la Procuraduría es macabra, pero su presupuesto es monstruoso, tiene muchas patas, y no debemos olvidar que una gran parte de su existencia no está justificada bajo la lupa imperdonable del valor público.
Que Petro no quiera respetar la Constitución al desobedecer a la Procuraduría frente a la suspensión del alcalde de Riohacha no es sorpresivo. Su desprecio por las instituciones ha sido claro desde hace mucho tiempo. Pero eso y todos sus nefastos disparates no pueden ser argumento para que olvidemos que la Procuraduría es un ente de control que crece innecesariamente, que podría ser mucho más pequeño y que no debería ser juez y parte en el ámbito disciplinario. En nuestros estudios sobre los entes de control, hemos documentado varias problemáticas sobre la Procuraduría, como lo es la vulnerabilidad a la politización, su aumento presupuestal desbordado (más del 40% entre 2019 y 2022), su rol como catapulta política y sus contradicciones mientras toma préstamos de 40 millones de dólares del BID más intereses, de los cuales parece que se gastaría un porcentaje nada deleznable en comunicaciones (1.2 millones de USD).
Si la Procuradora le dice a Petro que la democracia se respeta, sería importante que ambos entendieran que desde un comienzo irrespetan un poco al país, pero dados los legalismos, jurídicamente siempre tendrán algún argumento bajo la manga, nacional o internacional. En un país en que se dice “el corrupto es un ladrón, pero robó para nosotros”, (cosa que dijeron sobre el ñoño Elías en un artículo de El País), es necesario que el verdadero ente de control, es decir, la ciudadanía y la prensa, sea el que haga veeduría. Las peleas egocéntricas entre los “grandes”, que en verdad son pequeños en sus contribuciones al valor público, continuará. Pero lo decisivo es que el pueblo colombiano, que imagino como Odiseo en esta historia, sea capaz de atravesar ese estrecho peligroso de personas e instituciones que solo están interesadas en sus grandes discursos y no necesariamente en crear bienestar de forma realista y sostenible. Algo muy distinto son los mundos fantasiosos de estos extraños personajes, que no dan ni siquiera para una distopía barata, pero sí ayudan cuando se trata de incrustarse en el poder.
El pintor H. Fuseli inmortalizó la escena de Escila y Caribdis en una pintura apoteósica a finales del siglo XVIII. Ahí aparece Odiseo elevando su escudo; el ambiente es grisáceo bajo las rocas y, como espantos del más allá, los dos monstruos amenazan con acabar al héroe de la historia. Antes del enfrentamiento, Odiseo le había preguntado a Circe, “¿no habrá alguna forma de escapar de Caribdis y al mismo tiempo mantener alejada a Escila cuando ella esté intentando herir a mis hombres?”. Quiero pensar que hay esperanza más allá del ego de un político y la inercia burocrática incuestionable de una institución que podría ser menos derrochona. Como dice la canción, “más allá del mar habrá un lugar”, uno en donde vive la creación de valor público. El barco solo sobrevivirá si hay ciudadanos escépticos que se defienden de las mentiras empaquetadas en emotivas palabras legalistas que les lanzan desde las alturas. Esos son los mismos ciudadanos que hacen caso omiso al canto seductor y peligroso de las sirenas de la desinformación.
Artículo orginalmente publicado en Revista Semana. Link